Siembra de nubes: estimulando una producción vital para la agricultura Noticias Nuestra Tierra

Siembra de nubes: estimulando una producción vital para la agricultura

Aumentar las reservas de nieve en la cordillera y optimizar el agua a obtener tras las lluvias de este invierno es el objetivo principal del proyecto de siembra de nubes impulsado por el Ministerio de Agricultura, que busca aumentar las precipitaciones en las regiones de Atacama, Coquimbo, Valparaíso y O’Higgins, principales zonas donde la sequía ha causado graves consecuencias para los agricultores y la población.

 

La estimulación de precipitaciones forma parte de un trabajo integral del Gobierno para compensar un problema que Chile arrastra hace 50 años: la falta de embalses artificiales que permitan almacenar y mejorar las reservas de agua obtenida de las precipitaciones y el deshielo en las altas cumbres. Por ello, para el año 2022 se pretende contar con el desarrollo de 15 proyectos de embalses a nivel nacional, además de una conectividad hídrica y la recarga de acuíferos.

 

“Y como ese proceso es bastante largo, tenemos medidas a mediano plazo, donde duplicamos los recursos para la Ley de Riego, pasando de $29 mil millones a $41 mil millones en infraestructura intrapredial y extrapredial. Junto a ello, también consideramos medidas a corto plazo, como es la siembra de nubes para compensar ahora la falta de precipitaciones en las regiones consideradas”, señala el secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Riego (CNR), Felipe Martin.

 

Una técnica desde el cielo y la tierra

 

La siembra de nubes es un proceso complejo que implica intervenir artificialmente un fenómeno de la naturaleza. En ese sentido, es indispensable conocer en qué consisten las nubes.

 

Miles de gotas microscópicas de agua y cristales de nieve, junto a flujos de agua que a pesar de estar a muy baja temperatura se mantienen en estado líquido, son los elementos que componen una nube. Sólo cuando una considerable cantidad de estas pequeñas partículas se fusionan es que se generan las gotas de lluvia, adquiriendo un peso tal que la gravedad las hace caer a tierra.

 

“Básicamente se trata de aumentar la inestabilidad de la nube. Esto se logra a través de un químico denominado yoduro de plata, cuya conformación molecular es similar a la del agua y que al ser insertado en la nube, por vía aérea o desde la tierra, genera que parte de las gotas se transformen en hielo. Ese cambio de sólido a gaseoso genera un calor latente en la atmósfera que produce mayor inestabilidad tormentosa y con ello mayor precipitación”, explica Miguel Martínez, meteorólogo y gerente general de Hidromet, empresa con experiencias de este tipo en Chile, Cuba y Venezuela y que será la encargada de aplicar el programa vía terrestre.

 

Martínez destaca que “el proceso no significa la fabricación de lluvias, sino la optimización de las condiciones para que éstas se generen, por medio de la intervención en las nubes tormentosas presentes en un determinado lugar, lo que explica su aplicación exclusiva en zonas que registran precipitaciones y la relatividad de los resultados de la operación”.

 

Expectativas y proyecciones

 

Con todo, es considerable la lluvia adicional que se obtiene gracias a esta estrategia. “Por ejemplo, calculamos que en Copiapó se generarían 160 litros por segundo, mientras que en el Cachapoal hablamos de 5 metros cúbicos por segundo adicionales de caudal, por lo tanto es bastante agua adicional con la que contaríamos”, señala Martin (CNR).

 

La siembra de nubes es una medida inmediata que se espera comience el 1 de mayo de este año y que permitirá, a través de la intervención química de nubes, acrecentar entre un 10 y 20% las lluvias invernales.

 

En este proceso confluyen diversos aspectos de los que depende la efectividad del programa. En ese sentido, Martin destaca que “hay un sinnúmero de factores ambientales que condicionan que los resultados sean mayores o menores: que los aviones puedan volar en los frentes que debemos sembrar; temperaturas bajo cero constantes que permitan que la aplicación sea efectiva; y el monitoreo permanente de las condiciones tormentosas, entre otros. Si trabajamos en forma profesional y se dan las condiciones adecuadas, sin duda el programa será muy positivo”.

 

Es por ello que en cada una de las regiones involucradas en el programa se ha trabajado para comprometer los aspectos técnicos y el financiamiento necesario para llevar a cabo la siembra de nubes, así como la construcción de los equipos terrestres necesarios y la evaluación de los aviones y elementos precisos para la aplicación vía aérea.

 

En cuanto a los costos, la aplicación anual del programa ronda entre los $400 y $600 millones en cada región, destacando que la mitad de estos fondos corresponden a aportes privados. El proyecto considera 3 años de estimulación de precipitaciones, tiempo que permitirá tanto la optimización de los resultados del programa como la medición estadística –cantidad de lluvia adicional obtenida- del éxito de la iniciativa.

 

Por otro lado, respecto a la estrategia de aplicación, se determinó que para la III y IV regiones se utilizará el sistema aéreo de siembra de nubes, mientras que en la V y VI región se aplicará el terrestre, decisión adoptada luego de analizar la realidad geográfica de cada zona.

 

Valle de Cachapoal: una experiencia exitosa

 

Quienes conocen plenamente la siembra de nubes y se han beneficiado de sus resultados son los agricultores y habitantes del Valle de Cachapoal en la región de O’Higgins, donde desde el año 2000 se utiliza esta técnica para acrecentar las lluvias durante el invierno y garantizar el recurso hídrico necesario en la zona.

 

“Nosotros partimos con un proyecto piloto, porque no había experiencias similares. El programa efectivamente ha arrojado un crecimiento en las precipitaciones en torno al 15%. Como no tenemos embalses, luego de años de experiencia decidimos trasladar a mayor altura los equipos terrestres para generar nieve en lugar de lluvias, lo que nos permite ahora acumular recurso hídrico en las altas cumbres. Llevamos 4 años de proyecto permanente y queremos incorporar toda la región al programa del Gobierno para replicar la experiencia del Valle de Cachapoal, la única zona que no presenta problemas de falta de agua” explica Robert Hilliard, ingeniero agrónomo y gerente de la Junta de Vigilancia del río Cachapoal.

 

Para realizar este programa, en sus primeros años las agrupaciones locales obtuvieron financiamiento estatal y del Gobierno Regional junto a capital privado, mientras que en la actualidad los 8 aparatos de siembra de nubes existentes en el valle son financiados con la ayuda de empresas como Codelco y Pacific Hydro, además del aporte de los propios agricultores de la zona.

 

Para Hilliard, otro objetivo fundamental a lograr es la obtención de estadísticas meteorológicas en el sector, lo que permitirá contar con información objetiva y proyectar estrategias a largo plazo. “En unos 3 años más contaremos con instrumentos de medición y una estadística que siente las bases de la estimulación de precipitaciones en nuestro país. Con ello pasaremos del resultado probable a la convicción de que lo hicimos bien. Y lo más seguro es que las cifras así lo confirmen”, agrega.

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