El paisaje vitivinícola chileno como Patrimonio de la Humanidad Noticias Nuestra Tierra

El paisaje vitivinícola chileno como Patrimonio de la Humanidad

Para cualquier persona que haya recorrido los caminos y terrenos de la zona centro y sur de Chile, los extensos e imponentes paisajes de viñedos son una postal característica del país y una de sus principales actividades agrícolas.

 

La actividad vitivinícola en Chile se remonta a 1551, enmarcada en la llegada de españoles y europeos a la zona. Las condiciones territoriales y climáticas fueron tan adecuadas que ya entre 1570 y 1576 el país figuró entre los más importantes productores de vinos, destacándose por la fertilidad de sus suelos y el vigor de sus vides, situación que aún se mantiene gracias al esfuerzo de los productores y el equilibrio en cuanto a la innovación y mantenimiento de tecnologías tradicionales con otras de largo tiempo de apropiación cultural.

 

Debido a esta tradición de siglos, la vitivinicultura en Chile es uno de los sectores de mayor dinamismo en términos de producción, exportaciones y generación de empleos, como también en incorporación de nuevas variedades, desarrollo de productos de mayor calidad y colocación en mercados nuevos y especializados.

 

El patrimonio vitivinícola

 

En los últimos años ha surgido con fuerza la necesidad de poner de relieve el valor patrimonial asociado a los vinos chilenos, tanto para agregar valor a los productos, como para dar impulso a nuevos emprendimientos económicos, principalmente en el área del turismo, y también como legado cultural asociado a esta industria, conservado por las actuales generaciones, y que interesa preservar en el futuro como un importante aspecto de la identidad nacional.

 

Al respecto, en América Latina es posible encontrar ejemplos de avances en la valoración del patrimonio asociado a actividades productivas específicas, como es el reconocimiento por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) del Paisaje Agavero asociado a la producción de tequila en México, o el paisaje cafetalero de Colombia, ambos nominados Patrimonio Cultural de la Humanidad.

 

Es por ello que la Biblioteca Nacional, en el marco de sus 200 años a cumplir el próximo año, está impulsando una iniciativa originada el 2011 a partir del Seminario “Vinos, Gastronomía y Ruralidad”, donde se confirmó el interés del mundo rural y del vino por rescatar el patrimonio vitivinícola chileno, arraigado en las tradiciones, la historia y la cultura desde el campo a la ciudad.

 

“Durante el evento, se constató el interés del sector por el reconocimiento patrimonial de la industria vitivinícola en Chile, por lo que este año la Biblioteca Nacional, como entidad relacionada al patrimonio por excelencia, se ha concentrado particularmente en este tema”, señala Rodrigo Aravena, jefe de la Biblioteca Conmemorativa José María Arguedas, dependiente de la Biblioteca Nacional.

 

“Chile cumple con las características necesarias para la denominación del paisaje vitivinícola como Patrimonio de la Humanidad, entre otras cosas por su antigüedad e importancia dentro de la cultura e historia del país. La gente reconoce que el sector vitivinícola es valioso, tradicional, distintivo y digno de destacar”, agrega.

 

Precisamente, el objetivo es generar un estudio y análisis del patrimonio vitivinícola del país junto al Ministerio de Agricultura –entre otras instituciones de Gobierno- y con la participación de académicos, productores e instituciones relativas a la industria del vino para, con el apoyo de la Unesco, iniciar un proceso de largo plazo para lograr la denominación por parte del organismo internacional

 

Arraigo en el país

 

Conocer que en Cachapoal, Región de O’Higgins, muchos de los caminos existentes están cimentados sobre las antiguas rutas abiertas  por los propios viticultores de la zona, da cuenta de que esta actividad está inserta en el desarrollo del país en múltiples áreas.

 

Característica no menor para las pretensiones de posicionar a Chile en el estatus patrimonial del mundo. “Es posible afirmar que no existe otro país con la diversidad de paisajes vitivinícolas como el nuestro, que cuenta con este patrimonio desde Huasco  hasta Chile Chico. La diversidad es un valor en el caso de nuestro país y un motivo que refuerza esta idea”, sostiene Aravena.

 

Otro factor importante en este tema es la existencia en el país de la cepa Carménère, considerada una joya de la viticultura chilena, pues se creía completamente extinta debido a una plaga que afectó a los viñedos en Europa. Sin embargo, en los años 90 esta valiosa cepa se redescubrió en Chile, único lugar en el mundo donde actualmente se produce.

 

Dentro de las principales características de la viticultura chilena, está su definición enológica de “pie franco”, que alude a su origen desde la semilla, sembrada hace muchos años en los terrenos de la zona centro y sur del país, por lo que las vides están enraizadas en la tierra, a diferencia de otros países productores, cuyas cepas corresponden a injertos.

 

Todos estos elementos forman parte de la motivación del sector por lograr la denominación de Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco, un sello que, a juicio de Aravena, “no sólo beneficiaría a la imagen país, al turismo y a la cultura, sino también al propio vino chileno, entregándole un valor agregado al producto y reafirmando su actual estatus de excelencia a nivel mundial”.

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